MIJAIL BAJTÍN


“EL PROBLEMA DE LOS GÉNEROS DISCURSIVOS”

Es éste un gran texto de Bajtín, donde se tratan importantes problemas. Empecemos señalando algo sumamente importante para comprender la orientación del pensamiento de Bajtín: él está interesado en estudiar el real proceso de la comunicación discursiva. Este es un punto que, como sabemos, lo ubica en un plano prácticamente opuesto a aquel en que se ubicaba Saussure. Pero además, dado ese interés, y puesto que la comunicación es, piensa, necesariamente entre por lo menos dos personas, rompe con toda una tradición intelectual que consideraba que la función esencial del lenguaje era “la expresión del mundo individual del hablante” o bien la “generación del pensamiento independientemente de la comunicación” (p.256).
¿Qué lo impulsa a estudiar el proceso real de la comunicación discursiva si, desde Saussure, estaba instalada la opinión de que “el habla”, esto es: el uso de la lengua en una situación particular, era un fenómeno individual, contingente y caótico y por tanto no analizable científicamente?
Bajtín advierte que, en los procesos de comunicación discursiva real, los enunciados tienen similitudes importantes, sobre todo –dirá– aquellos que se producen en una misma “esfera de la actividad humana”, por lo cual se inclinará a pensar que la “construcción” que de ellos se hace no debe ser totalmente arbitraria ni libre. Entonces se pregunta por los factores que o bien inducen o bien determinan las similitudes. Leyendo el texto encontramos dos de estos “factores”: por un lado “unas condiciones determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación discursiva” (p.252.) O sea, condiciones específicas de cada esfera de la actividad humana en la cual se produzca comunicación discursiva. Por otro lado, el segundo factor a tener en cuenta sería “una función determinada” (p.252) de la comunicación discursiva.
Estos dos factores determinantes o “generantes” (véase p.252) los deja en un plano muy general y concentrándose en aquello que determinan o generan, esto es, los enunciados mismos, nota entonces que estableciendo ciertos criterios de observación de los enunciados, criterios de posible aplicación sistemática (observación de: el tema, la estructura y el estilo de un enunciado) se pueden ordenar los enunciados concretos en géneros típicos de enunciación o géneros discursivos, pero al mismo tiempo advierte una serie de propiedades que hacen de los enunciados unidades reales con carácter ontológico.


Ciertamente el enunciado tiene un estatuto ontológico, por decirlo un tanto pomposamente, en tanto que unidad real de la comunicación discursiva. Y en ese sentido cada enunciado particular y concreto es una unidad, indivisible, individual, irrepetible e irreductible. En este sentido tiene propiedades constitutivas que enumeraremos. Pero, por otro lado, el enunciado en tanto que unidad de un análisis científico es un objeto “construido” a partir de una serie de rasgos resaltados que permitirán la aplicación de criterios sistemáticos de identificación y análisis de ese objeto. Diremos entonces que esos rasgos son constructivos del enunciado.
Son constitutivas del enunciado en tanto unidad real de la comunicación discursiva las siguientes propiedades: 1) pertenecer a un hablante; 2) estar orientado; 3) determinar una respuesta; 4) tener un carácter concluso o “plenitud de sentido”; 5) poseer un objetivo; 6) ser un “eslabón” en una “cadena” organizada de enunciados; 7) enfrentarse de una manera directa e inmediata con la realidad (contexto extra-verbal); 8) poseer expresividad o “actitud expresiva”; 9) poseer un objeto; 10) hacer uso del lenguaje.
De las diez propiedades constitutivas del enunciado en tanto enunciado, las primeras ocho son también propiedades constitutivas de toda “comunicación intencional” (en la medida que se introduzcan ciertos cambios terminológicos que no hacen al sentido). De manera que si no son útiles para distinguir “tipos de comunicación” entre sí, tampoco lo son, ninguna de ellas, para distinguir tipos de enunciados (que conformarían a su vez -según Bajtín- distintos “géneros discursivos”) puesto que estos son constitutivamente comunicativos (en virtud de la definición y de las propiedades). Las propiedades 8, 9 y 10 también son constitutivas de todos y cada uno de los enunciados en tanto hechos con carácter ontológico, de manera que tampoco sirven para diferenciarlos. Ahora bien, obsérvese que son sólo estas tres propiedades las que nos permiten diferenciar a los enunciados en tanto que unidades de análisis (objetos construidos) de la investigación científica. Esto es manifiesto. En el plano ontológico esas propiedades no sirven para diferenciar enunciados en tanto hechos, pero en el plano de la observación “tipificante” (o sea científica) es evidente que no todos los enunciados tienen una misma “actitud expresiva” (8), un mismo objeto, tema o temática (9) ni hacen un mismo “uso de la lengua”, estructuración (uso de la lengua léxico y gramaticalmente correcto).
Entonces, si estos son los criterios observacionales de diferenciación de los enunciados en tanto objetos de consideración científica, también son los criterios de reagrupación en “géneros discursivos”, o como quiera que se llame a este concepto que trata de designar una “unidad” que es, nuevamente, objeto de análisis científico, y no unidad con carácter ontológico. Si se puede decir del enunciado que “no es una unidad convencional, sino real” (p.260), habrá que decir de los géneros discursivos lo opuesto: “no son una unidad real, sino convencional” dado que son unidades de análisis científicas, puesto que todo los objetos científicos son “construcciones convencionales”. (Recuérdese criterios de efectividad, repetibilidad e intersubjetividad.)
Pasemos ahora al otro asunto que arriba mencionamos: el problema del “cambio del sujeto de la enunciación.” Diremos que este “fenómeno” no es relevante desde el punto de vista ontológico del enunciado, o sea, no es una propiedad necesaria del mismo, y es un fenómeno útil pero no imprescindible desde el punto de vista observacional científico. Se tendrán que admitir claro todas las propiedades que arriba enumeramos. Empezaremos por los ejemplos.
Consideremos un libro que es una complicación de artículos. Visto desde el punto de vista ontológico, el libro como unidad reúne todas las propiedades constitutivas del enunciado enumeradas. (Dejamos al lector el ejercicio de corroborarlo) Y por otro lado, también desde el punto de vista ontológico, cada artículo en sí mismo, reúne todas las mismas propiedades. Y no hay allí, en ningún momento entre los artículos, cambio en el sujeto de la enunciación.

Pasemos a un segundo ejemplo, más complejo. Consideremos la siguiente situación. Dos amigo se acaban de mudar a un nuevo departamento el día de ayer. La semana pasada estuvieron discutiendo los problemas inherentes al texto de Bajtín y no han tenido ocasión de volver a hacerlo pero la discusión quedó a medias. Hoy a la mañana mientras A desayunaba con galletitas de agua antes de irse comentó: “Estaría bueno ver dónde hay una panadería para probar las facturas y así tenerlas en cuenta.” A la tarde justo cuando B salía del edificio, A entraba, y tras los saludos B enunció: “Escucha: estuve releyendo el texto y no estoy de acuerdo con Bajtín en incluir el cambio del sujeto hablante como una dimensión constitutiva del enunciado en tanto que enunciado. Y otra cosa: acá a la vuelta hay una panadería con unas medialunas increíbles. Compra media docena así tomamos mate que vuelvo en media hora. Chau.” y salió, “Chau” -dijo A.

Entonces, ¿cuántos “enunciados”, desde el punto de vista de la observación tipificante, único punto de vista desde el cual tiene sentido la diferenciación, hay en la alocución de B? Nosotros diremos que hay allí dos enunciados, puesto que: i) hay dos actitudes expresivas, claramente distinguibles. ii) hay dos objetos de enunciados: el texto de Bajtín y la panadería y sus media lunas; y iii) hay dos estructuras, construidas léxico y gramaticalmente de manera correcta, distintas. ¡Pero no hay cambio en el sujeto hablante!

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