“EL PROBLEMA DE LOS GÉNEROS DISCURSIVOS”
Es éste un gran texto de Bajtín,
donde se tratan importantes problemas. Empecemos señalando algo sumamente
importante para comprender la orientación del pensamiento de Bajtín: él está
interesado en estudiar el real proceso de la comunicación discursiva. Este es
un punto que, como sabemos, lo ubica en un plano prácticamente opuesto a aquel
en que se ubicaba Saussure. Pero además, dado ese interés, y puesto que la
comunicación es, piensa, necesariamente entre por lo menos dos personas, rompe
con toda una tradición intelectual que consideraba que la función esencial del
lenguaje era “la expresión del mundo individual del hablante” o bien la
“generación del pensamiento independientemente de la comunicación” (p.256).
¿Qué lo impulsa a estudiar el
proceso real de la comunicación discursiva si, desde Saussure, estaba instalada
la opinión de que “el habla”, esto es: el uso de la lengua en una situación
particular, era un fenómeno individual, contingente y caótico y por tanto no
analizable científicamente?
Bajtín advierte que, en los
procesos de comunicación discursiva real, los enunciados tienen similitudes
importantes, sobre todo –dirá– aquellos que se producen en una misma “esfera de
la actividad humana”, por lo cual se inclinará a pensar que la “construcción”
que de ellos se hace no debe ser totalmente arbitraria ni libre. Entonces se
pregunta por los factores que o bien inducen o bien determinan las similitudes.
Leyendo el texto encontramos dos de estos “factores”: por un lado “unas
condiciones determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación
discursiva” (p.252.) O sea, condiciones específicas de cada esfera de la
actividad humana en la cual se produzca comunicación discursiva. Por otro lado,
el segundo factor a tener en cuenta sería “una función determinada” (p.252) de
la comunicación discursiva.
Estos dos factores determinantes
o “generantes” (véase p.252) los deja en un plano muy general y concentrándose
en aquello que determinan o generan, esto es, los enunciados mismos, nota
entonces que estableciendo ciertos criterios de observación de los enunciados,
criterios de posible aplicación sistemática (observación de: el tema, la
estructura y el estilo de un enunciado) se pueden ordenar los enunciados
concretos en géneros típicos de enunciación o géneros discursivos, pero al
mismo tiempo advierte una serie de propiedades que hacen de los enunciados
unidades reales con carácter ontológico.
Ciertamente el enunciado tiene un
estatuto ontológico, por decirlo un tanto pomposamente, en tanto que unidad
real de la comunicación discursiva. Y en ese sentido cada enunciado particular
y concreto es una unidad, indivisible, individual, irrepetible e irreductible.
En este sentido tiene propiedades constitutivas que enumeraremos. Pero, por
otro lado, el enunciado en tanto que unidad de un análisis científico es un
objeto “construido” a partir de una serie de rasgos resaltados que permitirán
la aplicación de criterios sistemáticos de identificación y análisis de ese
objeto. Diremos entonces que esos rasgos son constructivos del enunciado.
Son constitutivas del enunciado
en tanto unidad real de la comunicación discursiva las siguientes propiedades:
1) pertenecer a un hablante; 2) estar orientado; 3) determinar una respuesta;
4) tener un carácter concluso o “plenitud de sentido”; 5) poseer un objetivo;
6) ser un “eslabón” en una “cadena” organizada de enunciados; 7) enfrentarse de
una manera directa e inmediata con la realidad (contexto extra-verbal); 8)
poseer expresividad o “actitud expresiva”; 9) poseer un objeto; 10) hacer uso
del lenguaje.
De las diez propiedades
constitutivas del enunciado en tanto enunciado, las primeras ocho son también
propiedades constitutivas de toda “comunicación intencional” (en la medida que
se introduzcan ciertos cambios terminológicos que no hacen al sentido). De
manera que si no son útiles para distinguir “tipos de comunicación” entre sí,
tampoco lo son, ninguna de ellas, para distinguir tipos de enunciados (que
conformarían a su vez -según Bajtín- distintos “géneros discursivos”) puesto
que estos son constitutivamente comunicativos (en virtud de la definición y de
las propiedades). Las propiedades 8, 9 y 10 también son constitutivas de todos
y cada uno de los enunciados en tanto hechos con carácter ontológico, de manera
que tampoco sirven para diferenciarlos. Ahora bien, obsérvese que son sólo
estas tres propiedades las que nos permiten diferenciar a los enunciados en
tanto que unidades de análisis (objetos construidos) de la investigación
científica. Esto es manifiesto. En el plano ontológico esas propiedades no
sirven para diferenciar enunciados en tanto hechos, pero en el plano de la
observación “tipificante” (o sea científica) es evidente que no todos los
enunciados tienen una misma “actitud expresiva” (8), un mismo objeto, tema o
temática (9) ni hacen un mismo “uso de la lengua”, estructuración (uso de la
lengua léxico y gramaticalmente correcto).
Entonces, si estos son los
criterios observacionales de diferenciación de los enunciados en tanto objetos
de consideración científica, también son los criterios de reagrupación en
“géneros discursivos”, o como quiera que se llame a este concepto que trata de
designar una “unidad” que es, nuevamente, objeto de análisis científico, y no
unidad con carácter ontológico. Si se puede decir del enunciado que “no es una
unidad convencional, sino real” (p.260), habrá que decir de los géneros
discursivos lo opuesto: “no son una unidad real, sino convencional” dado que
son unidades de análisis científicas, puesto que todo los objetos científicos
son “construcciones convencionales”. (Recuérdese criterios de efectividad,
repetibilidad e intersubjetividad.)
Pasemos ahora al otro asunto que
arriba mencionamos: el problema del “cambio del sujeto de la enunciación.”
Diremos que este “fenómeno” no es relevante desde el punto de vista ontológico
del enunciado, o sea, no es una propiedad necesaria del mismo, y es un fenómeno
útil pero no imprescindible desde el punto de vista observacional científico.
Se tendrán que admitir claro todas las propiedades que arriba enumeramos.
Empezaremos por los ejemplos.
Consideremos un libro que es una
complicación de artículos. Visto desde el punto de vista ontológico, el libro
como unidad reúne todas las propiedades constitutivas del enunciado enumeradas.
(Dejamos al lector el ejercicio de corroborarlo) Y por otro lado, también desde
el punto de vista ontológico, cada artículo en sí mismo, reúne todas las mismas
propiedades. Y no hay allí, en ningún momento entre los artículos, cambio en el
sujeto de la enunciación.
Pasemos a un segundo ejemplo, más
complejo. Consideremos la siguiente situación. Dos amigo se acaban de mudar a
un nuevo departamento el día de ayer. La semana pasada estuvieron discutiendo
los problemas inherentes al texto de Bajtín y no han tenido ocasión de volver a
hacerlo pero la discusión quedó a medias. Hoy a la mañana mientras A desayunaba
con galletitas de agua antes de irse comentó: “Estaría bueno ver dónde hay una
panadería para probar las facturas y así tenerlas en cuenta.” A la tarde justo
cuando B salía del edificio, A entraba, y tras los saludos B enunció: “Escucha:
estuve releyendo el texto y no estoy de acuerdo con Bajtín en incluir el cambio
del sujeto hablante como una dimensión constitutiva del enunciado en tanto que
enunciado. Y otra cosa: acá a la vuelta hay una panadería con unas medialunas
increíbles. Compra media docena así tomamos mate que vuelvo en media hora.
Chau.” y salió, “Chau” -dijo A.
Entonces, ¿cuántos “enunciados”,
desde el punto de vista de la observación tipificante, único punto de vista
desde el cual tiene sentido la diferenciación, hay en la alocución de B?
Nosotros diremos que hay allí dos enunciados, puesto que: i) hay dos actitudes
expresivas, claramente distinguibles. ii) hay dos objetos de enunciados: el
texto de Bajtín y la panadería y sus media lunas; y iii) hay dos estructuras,
construidas léxico y gramaticalmente de manera correcta, distintas. ¡Pero no
hay cambio en el sujeto hablante!
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